VALENCIA, SIN IR MÁS LEJOS


...Historia


Valencia, ciudad de España, capital de la provincia y de la Comunidad Valenciana. Emplazada en la ribera del río Turia, muy cerca de su desembocadura, constituye uno de los núcleos industriales más importantes de España.

A partir de la fundación de Valentia Edetanorum, en el año 138 antes de Cristo, la romanización del territorio fue un hecho y la época de Augusto la más brillante de la vida romana valenciana. Unida a la monarquía visigoda en el siglo VI, pasó a dominio musulmán en el año 714, época en que la ciudad adquirió mayor entidad, beneficiándose del desarrollo agrícola de su contorno.

En el siglo X Valencia entró de lleno en la vida política de Al-Andalus, sobresaliendo como capital de un reino taifa. El debilitamiento del mismo hizo posible, en 1094, la conquista de la ciudad por el Cid Campeador, pasando a poder de los almorávides en 1102.

En 1238 Jaime I la reconquista definitivamente, incorporándola a la Corona Aragonesa y fundando el Reino de Valencia, al que dota de una característica legislación foral (Furs) y de instituciones propias como el "Consolat del Mar", el "Tribunal de las Aguas", la "Taula de Canvis", la "Letra de Cambio"... Valencia se convirtió, a lo largo del siglo XV, en la ciudad más importante de la Corona Aragonesa, posición que habría de mantener hasta el siglo XVII. La prosperidad de su zona agrícola y de su industria sedera, su desarrollo como centro financiero y comercial y el auge de su cultura, hicieron de éste su siglo de oro, caracterizado por su gran esplendor artístico, destacando las figuras de Joanot Martorell (autor de Tirant lo Blanch, primera novela moderna de Europa), Ausias March, Roig de Corella, Isabel de Villena.

El fracaso de las Germanías deterioró su posición, pero el golpe decisivo a su economía fue la expulsión de los moriscos en 1609. A raíz de la victoria borbónica en la batalla de Almansa (1707), Felipe V decretó la abolición de los Fueros, por haberse inclinado los valencianos a favor del Archiduque Carlos de Austria en la Guerra de Sucesión.

A lo largo del siglo XVIII participó del Renacimiento económico y cultural del país.

Con el siglo XIX llegaría la Guerra de la Independencia y las gestas de El Palleter, Romeu y Pep de L’Horta, las Guerras Carlistas y el cantón valenciano de 1873. Al año siguiente Alfonso XII conseguía ser proclamado Rey constitucional en Sagunto.

Durante la Guerra Civil (1936-1939), fue algún tiempo capital del gobierno republicano. Posteriormente sufrió grandes pérdidas en las inundaciones de 1957. Con el restablecimiento de la Monarquía, la Comunidad Valenciana obtiene el Estatuto de Autonomía.

A lo largo de los siglos, los numerosos sucesos históricos han ido dejando huella en la ciudad y enriqueciendo su patrimonio, hasta convertirla, en la actualidad, en una de las principales ciudades españolas, tanto en el ámbito cultural como económico, y en capital de la Comunidad Valenciana.


Historia del Escudo de la Ciudad de Valencia

Hasta el reinado de Pedro el Ceremonioso la ciudad utilizó como armas propias un escudo alusivo a su emplazamiento: "Una ciudad amurallada sobre olas". Este emblema aparece representado en uno de los primeros sellos municipales (1312) y en el escudo esculpido en la puerta gótica de la Catedral de Valencia. No obstante, ya desde el siglo XIV Valencia empleó como divisa las propias armas reales: un escudo en cairó (rombo), con cuatro palos de gules sobre campo de oro. En algunas representaciones heráldicas los cuatro palos aparecen simplificados en dos. En 1377 el Consell (consejo) municipal fijaba, definitivamente, la composición del escudo:

"Es cert que el senyal per los molt alts senyors reys de Aragó otorgat e confermat a la dita ciutat era e és llur propi senyal reyal de bastons e barres grogues e vermelles... Per tal, lo dit Consell deliberadament e concordant , tengué per bé e volgué e proveí que els ordinaris e escrivans... usen del dit senyal reyal... ;al cap subirá sia feta corona per dues raons: La primera, car la dita ciutat és cap de regne, majorment, e la segona, car lo molt alt senyor rey ara regnant, per son propi motie e de sa mera liberalitat , tenin-se axí con fou sa mercé, per molt servit de la dita ciutat, senyaladament en la guerra de Castella proppassada , especialment en los dos setges..., enadí la corona al dit senyal".
Texto en Lengua Valenciana Antigua.

A partir de ese momento el escudo real con la corona se impuso no sólo en los sellos municipales, si no también en las grandes construcciones, en las acuñaciones monetarias de la propia ceca, en las filigranas del papel fabricado en los molinos de la ciudad, en las telas de la manufactura local e incluso como marca de los orfebres del gremio de Valencia.
También como reconocimiento a su fidelidad durante la guerra con Castilla, Pedro el Ceremonioso concedió al municipio el derecho a colocar una corona sobre la L de Valencia. Ya en época moderna, se añadió una L a cada lado del escudo, simbolizando la lealtad de la capital en los dos asedios que sufrió en la mencionada contienda y atribuyéndose su origen a una concesión del mismo monarca. Ya en 1503, con motivo de la bendición de una nueva bandera, el dragón alado que aparecía como cimera en algunos escudos reales y como adorno en el extremo del palo de la "senyera" (Bandera del reino de Valencia), dio lugar al murciélago, animal ya utilizado en algunas de las representaciones heráldicas anteriores. En el siglo XVII el "rat penat" ya está presente en el escudo municipal y en impresos oficiales, y en los siglos XVIII y XIX en monedas y medallas.

Desde la época dorada de los siglos XV y XVI hasta nuestros días, la ciudad de Valencia es famosa por sus demostraciones festivas y la pluralidad de las mismas, que se articulan rigurosamente al ritmo de las estaciones del año.

De carácter alegre y bullicioso, los valencianos viven diversas fiestas eminentemente populares, de índole religioso o profano, en donde se mezcla el rito y el ingenio, la pólvora, la música y el rasgo más sobresaliente, el fuego, cuya expresión más sonora, visual y olfativa son los fuegos artificiales, a los que los valencianos dan variada y excelente firma. Si añadimos a lo expuesto que el valenciano tiene a gala su hospitalidad proverbial y es mayoritariamente extrovertido, tenemos completo el marco festivo.

Dentro del amplio espectro de celebraciones, destacan, como Fiestas Mayores: San Vicente Mártir, Las Fallas, la Semana Santa Marinera, San Vicente Ferrer, la Virgen de los Desamparados, el Corpus Christi y la Feria de Julio. Como fiestas menores podríamos citar: San Antonio Abad, Beato Gaspar Bono, San Bult, San Cristóbal y la Virgen del Carmen, entre otras muchas.

...Fiestas: Las Fallas
 

Valencia, con millares de bombillas en guirnaldas y columnas, con todo el esplendor de una naturaleza que despierta, con toda el ansia del jolgorio de su gente, monta la más espectacular de las fiestas: la gran pantomima de la vida escenificada, en la que se satirizan temas de actualidad: las Fallas.

Las Fallas han nacido de la misma entraña del pueblo, pueblo desde siempre bañado en una atmósfera resplandeciente de sol y azul, o de serenas noches románticas, entre huertas y huertos rurales o urbanos, habitantes de callecitas y barrios que convivían dentro de una completa naturalidad y llaneza.

Historia

Cuando llegaba el otoño y la claridad diurna duraba cada vez menos, en los talleres artesanos se prolongaba la jornada de trabajo durante las primeras horas de la noche. Para iluminarse se usaba una rústica lámpara de pie, generalmente de madera, llamada parot, estai, pagés, pelmodo o perniodol, al resplandor de cuyas llamas proseguían su trabajo los aprendices, los oficiales y el maestro.

En vísperas de la primavera, cuando comenzaban los días largos, se prescindía del trabajo nocturno, y se quemaba a la puerta de cada taller el rústico parot. . Es fácilmente explicable que para alimentar la hoguera, los mismos artesanos acumulasen virutas y listones inservibles, secundados por los trastos viejos que aportaba el vecindario. Por añadidura, la verticalidad y brazos del estai o pagés, se prestaba a ser animado con harapos dando aspecto humano, y algún sombrero que le dotaba de una hipotética cabeza. Así nacía el Ninot.

Sólo falta que esos muñecos protagonistas de cualquier sainete del barrio, de la ciudad, del país, del mundo, sean puestos en lo alto de un pedestal, para mejor ser vistos y reídos por las gentes. Cuando todo esto se produce y combina, ya tenemos la verdadera falla valenciana.

En la segunda mitad del ochocientos se inicia la evolución de la fiesta, que, en su sentido actual, son catafalcos efímeros y satíricos que se plantan en las calles y plazas de la ciudad para "comentar", divertidamente, con figuras humanas, zoológicas o cosas del reino vegetal y artesano, un hecho de actualidad, un "argumento" crítico, una malicia ocurrente del propio vecindario... Todo ello, materiales e ironías intencionadas, constituyen en definitiva la leña para las gigantescas hogueras purificadoras que arden en la media noche de San José.

Ese fuego es una fiesta, la apoteosis alegre y desbordante de todas las demás fiestas que la preceden durante la que hoy se denomina Semana Fallera.

El día 1 de marzo, comienzan les macletaes en la Plaza del Ayuntamiento, para preparar el ambiente festivo, aunque lo más importante comienza el día 16 ya que a las ocho de la mañana han de estar instalados los más de 700 monumentos, que surgen en plazas y esquinas. En estos días se suceden todo tipo de manifestaciones, desde las despertás, a castillos de fuegos artificiales...

El acto más multitudinario y espectacular es la Ofrenda de Flores a la Virgen de los Desamparados. Los días 17 y 18 de marzo, desde las 16.00 horas hasta bien entrada la noche, tiene lugar este brillante desfile en el que destacan las falleras con su maravilloso y vistosísimo traje regional portando ramos de flores a su Patrona.

A las doce de la noche del día 19, y salvo un ninot, que previamente y por sufragio popular se ha elegido entre las diferentes fallas, éstas son consumidas por el fuego.