LUGARES DE INTERÉS EN SAN SEBASTIÁN


MONTE IGUELDO

No se puede decir que se conoce San Sebastián sin haber subido a ese mirador fabuloso, llamado monte Igeldo, que con el de Urgull cierra la bahía de La Concha, dejando atrapada en el centro a la isla de Santa Clara. No disponiendo de tiempo, lo más aconsejable es tomar un taxi o utilizar los autobuses municipales, los que exhiben el rotulo "Venta Berri", que le dejaran al pie del funicular. Una buena solución intermedia es llegar en taxi y utilizar el funicular, el viejo y precioso funicular, seguro como ninguno en su sistema de cable compensado que, a medio camino, se cruza con su pareja inexorablemente.

En los meses de verano, el monte Igeldo se llena de bullicio y alegría, con los miles de visitantes que acoge. Turistas y niños se entremezclan en este modesto parque de recreo, este Luna Park de bolsillo, creado el año 1912, de todos modos lleno de encanto. Han quedado envejecidas atracciones, ese "Río Misterioso", con barcas que se dejan llevar por la corriente provocada por las aspas de una noria, y un túnel, testigo de tanto beso furtivo; y las canoas del estanque; el viejo laberinto y, sobre todo, esa "Montaña rusa", que la censura franquista, siempre implacable, rebautizara "Montaña Suiza"; y los caballitos de madera del tiovivo, y los otros caballitos de verdad, esos ponis que recorren el recinto en verano.

En invierno es otra cosa pero, en su vacío y desolación, el lugar sigue siendo bellísimo, porque la panorámica sigue siempre vigente. Con buen tiempo se puede vislumbrar el faro de Biarritz a nuestra derecha y, a la izquierda, Guetaria. 

EL MUELLE

Descendiendo nuevamente, del autobús o taxi en el Boulevard, esta vez si que podremos conocer con más detenimiento, el muelle, bajo cuyos soportales ya estarán preparando los restaurantes y sidrerías las mesas para degustar las típicas sardinas asadas, con su botella correspondiente de sidra del país. Rebasados los soportales de las típicas casas del muelle, enseguida veremos el monumento, con lapida escrita en euskera solamente, erigida en honor a Mari, zumayano de nacimiento y donostiarra de adopción, famoso por sus valientes salvamentos de náufragos hasta que, un 9 de enero de 1866, tratando de ayudar a los tripulantes de una embarcación a la deriva, se ahogó.

La inscripción de la lapida, en traducción libre al castellano, viene a decir: "¡Mari! Tratando de salvar unos náufragos diste la vida. Y hoy tienes como tumba exaltadora el gran mar. ¡Duerme arrullado por su cadencia...! ¡Oh! hombre querido. Alabando tu memoria San Sebastián y Cantabria .