VALDORBA, LA NAVARRA MÁS DESCONOCIDA


A medio camino entre el Pirineo y la Ribera, la Valdorba es una comarca Navarra casi desconocida, de paisaje apartado y pueblos que luchan por sobrevivir. Fue en la Edad Media un territorio disputado entre los reyes de Navarra establecidos en Pamplona y los árabes, atajo del Camino de Santiago y feudo de los templarios asentados en Barasoain; siglos más tarde, en la Guerra de la Independencia y en las guerras carlistas, sus bosques sirvieron de escondrijo a las partidas que lanzaban desde ellos sus escaramuzas contra el enemigo de turno.

Para sorpresa del visitante, la recóndita Valdorba se encuentra a cuatro pasos de Pamplona y a otros tantos de poblaciones tan conocidas como Olite o Tafalla. Sin embargo, cuando se enfila la carretera del valle por Barasoain, se tiene la sensación de escapar del mundo conocido: la vida trepidante, los ruidos y la circulación han quedado atrás. En todo un día deambulando por el valle apenas me crucé con otro vehículo que el de Correos, que hacia su habitual reparto de correspondencia. La barranca en cuyo reborde se asientan los principales pueblos está rodeada de montañas: al norte, las sierras de San Esteban, Alaiz e Izko; al este, las de Uzquita y Guerinda y hacia el oeste y el sur, una cadena de cerros de mediana altura.

Hasta Artarain, donde se levanta la ermita de San Pelayo, el valle es llano y abierto. El bosque de ribera, con sus columnas de chopos amarillos, ocupa la banda central. En las alturas, robles, quejigos, arces, encinas, pinos carrascos y otras variedades del bosque mediterráneo cubren las crestas con sus diversos y cambiantes tonos. Más allá, el valle se estrecha, la carretera se retuerce y tras cada curva aparece una nueva faceta del paisaje, un nuevo conjunto de casas, un horizonte diferente. En este suelo de secano se alternan, en terruños aplanados en las laderas, cultivos de vid, almendros, olivos y exiguos campos de cereales. La carretera que va desde Barasaoin a Leoz es el eje principal de la Valdorba y en torno a él se ramifica un rosario de pueblos.

Merece la pena detenerse en Barasoain y su iglesia románica que, como la de Orisoain, concentra toda su ornamentación en la portada; visitar el singular y compacto hórreo de piedra de Iracheta, un ejemplar del siglo XII o XIII y el encantador pueblo de Olleta, con otra iglesia románica escondida entre higueras y nogales y un puñado de casas de piedra distribuidas a orillas de un regato.

Olite, ciudad palaciega. A diferencia de Ujué y de los pueblos de la Valdorba, Olite es una ciudad de aire cortesano. En ella estableció su capital Carlos III el noble en el siglo XV. El castillo-palacio es el monumento más importante de Olite y uno de los conjuntos más impresionantes de España en su genero. Inspirado en los castillos franceses, consta de numerosos cuerpos unidos entre si, en los que destacan las torres almenadas, los patios ajardinados y la hermosa galería gótica. La iglesia de Santa María la Real se encuentra junto al llamado Palacio Viejo, hoy Parador de Turismo. La portada gótica es un lujo de ornamentación. El retablo es obra de Pedro de Aponte. La parroquia de San Pedro tiene varios elementos singulares, la torre rematada por un prisma afilado, la estupenda portada románica, con el tímpano esculpido y el claustro del siglo XIII. La plaza de Carlos III es el espacio principal de la ciudad. En ella se encuentran una de las entradas al palacio, la torre medieval del Chapitel y las galerías subterráneas, con restos de la primitiva ciudad.