GALLIPIENZO (NAVARRA)


Dentro de su término, en el lugar denominado San Juan, se encontró un fragmento de miliario romano. Existe también un yacimiento arqueológico en Los Castilletes de San Juan. Consta entre las villas, cuyas rentas asignó el rey Sancho III el Mayor a su hijo Ramiro hacia 1035. Fue desde el siglo X centro de uno de los distritos o tenencias del reino, atalaya primero frente a las incursiones musulmanas por el río Aragón, y puesto de vigilancia desde 1076 en el límite con el territorio aragonés. Teobaldo I actualizó por fuero (1237) las cargas señoriales del lugar, cifrándolas en 100 cahíces de trigo y otros tantos de avena en concepto de pecha, más 200 sueldos por la cena, y lo libró de las prestaciones de mano de obra, comprometiéndose a no separarlo jamás del patrimonio de la corona. Pero Carlos II concedió el lugar (1375) con la jurisdicción baja y mediana a Fernando de Ayanz, y Carlos III a su bastardo Godofre (1417); Juan II lo entregó luego (1453) a Juan de Ezpeleta. Comprometido éste con el bando agramontés, la princesa Leonor ordenó la destrucción del castillo y retuvo la pecha durante varios años. Los reyes Catalina y Juan III convirtieron (1496) la pecha, disfrutada hasta entonces por Cristian de Ezpeleta, en censo perpetuo y, a instancia de los vecinos, otorgaron a la villa el privilegio de infanzonía colectiva, que teóricamente le correspondía ya desde la supuesta extensión a su favor del llamado fuero de Sobrarbe por el monarca Alfonso I el Batallador en 1119.

Perteneció al valle de Aibar hasta 1846, en que se hizo efectiva la reforma municipal que lo segregó y dejó como ayuntamiento enteramente separado. En 1687, Carlos II ( V de Navarra) liberó la villa de la pecha que venía pagando al erario real, a cambio de que contribuyera a la construcción de la puerta principal del castillo de Pamplona. En cuanto a su jurisdicción, y pese a su vinculación administrativa con Aibar, era separada; tanto la civil como la criminal correspondía a un alcalde designado por el virrey a propuesta de la villa, en tanto que el gobierno era propio de cuatro regidores que los vecinos designaban cada año.

Gallipienzo tenía por entonces un molino harinero de tres piedras sobre el Aragón y una mina de cobre en el camino de Ayesa. El vicario de San Pedro se nombraba entre los del pueblo; en tanto que el nombramiento de sus beneficiarios correspondía al rey y al abad de Marcilla. Hata 1640 la única parroquia fue la de San Salvador; pero, en esa fecha, por ser tan frecuentes los pleitos y disputas entre ésta y la iglesia de San Pedro, sobre cual tenía derecho a ser la parroquia, el obispo resolvió que lo fueran las dos, habiendo para ambas un solo vicario y un solo cabildo que se celebraban alternativamente las festividades en una y otra. Así se hizo hasta 1785, en que de nuevo el obispo puso fin a otro pleito sentenciado que fuese parroquia única la de San Pedro.

El Hospital, que data de 1706, era propiedad de la Cofradía Mayor de la villa. Estaba bien surtido de ropa, hallándose al cuidado del mismo una mujer llamada Hospitalera. El prior perpetuo era el vicario de la parroquia, quien todos los años nombraba dos mayordomos y un alcalde, para llevar la administración de la Cofradía.

En 1850 el municipio contaba con escuela, cuyo maestro percibía 2000 reales al año: los caminos eran locales, de travesía y quebrados. Las muelas de molino se habían reducido a dos y el viejo puente de piedra sobre el Aragón, que había sido cortado ya en las guerras de Sucesión y contra la Convención durante el siglo XVIII, había vuelto a ser en parte destruido durante la primera Carlista (1833-1839), y en 1850 no había sido aún reedificada la parte rota, sino sustituida por maderas. Durante la guerra fue el punto de partida de don Carlos cuando pasó a Aragón, al comenzar la expedición de 1837.

Hacia 1920 los molinos en funcionamiento eran dos y había dos escuelas.

Dominando el pueblo existió en época medieval un castillo, que formaba parte de la línea defensiva fronteriza frente a Aragón. En 1277, prestó homenaje por él a la reina Juana el caballero Gonzalo Pérez. El aljibe o cisterna se reparaba en 1291. Unos años después en 1300, era alcaide Pedro Martínez de Irurozqui, que mandó rehacer en 1305 las escaleras de las dos torres, mayor y menor. En 1328 tenía la guarda Pedro Gil de Ablitas, con una retenencia de 8 libras en dinero y 40 cahíces de trigo.

Carlos II Evereux confió el castillo en 1351 al escudero Iñigo López de Uriz, con 4 libras y 20 cahíces. En 1370 ocupaba el alcaidío Per Arnalt de Uriz. Por su parte, Carlos III el Noble nombró para el puesto en 1393 a Sancho García de Echagüe, al que sucedió en 1422 Martín Sanz de Ureta. Este alcaide emprendió importantes obras de reparación y fortificación, supervisadas por el maestro Andreo de Soria. En 1426 se seguía trabajando, concretamente los canteros Martín García y Yénego de Olaz. Juan II nombró alcaide en 1430 a Leonel de Mauleón, que llevó a cabo nuevos trabajos de acondicionamiento cuatro años, después, y estuvo a cargo de la fortaleza hasta 1451. Le sucedió mosén Juan de Ezpeleta, merino mayor, que aumentó la guarnición. En 1456, el rey dio 33 libras a Miguel de Ealegui, oidor de Comptos, para reparar el castillo, que seguía a cargo de Ezpeleta.

En 1470, Gastón de Bearn y doña Leonor, lugartenientes del Reino, ordenaron la demolición del castillo encomendando los trabajos a los propios vecinos de la villa. El mandato se cumplió inexorablemente.

Su monumento más importante es la iglesia de San Salvador, enclavada justamente en la cima de la montaña en que se asienta el pueblo. Fue parroquia hasta 1785 en que la sustituyó en esta función la iglesia de San Pedro, cuyo emplazamiento más bajo hacía su acceso más cómodo a los fieles.

Consta de iglesia alta y cripta. Esta tiene función constructiva, permitiendo salvar el desnivel de terreno existente en la zona en que está situada la iglesia y hacer posible la construcción de la cabecera de la iglesia alta. Presenta un ábside semicircular, perforado en el centro por la típica ventana románica -con guardapolvo de puntas de diamante y arquívolta baquetonada de medio punto sobre columnas rematadas por capiteles, una nave de tramo único cubierta con bóveda de crucería simple, separados amos- ábside y nave- por un arco triunfal de medio punto apoyado sobre columnas provistas de sencillos capiteles. El conjunto se atribuye a fines del siglo XII. Es una de las cuatro construcciones de este tipo realizadas en Navarra durante el románico; las otras tres se localizan en Leire, San Martín de Unx y Orísoain.

Sobre la cripta se asienta la iglesia alta, obra ya del siglo XIV, de proporciones casi cuadradas. Presenta un ábside poligonal y nave única, cubiertas con bóveda de crucería. Actualmente se ha arruinado el coro con antepecho de piedra calada que existía al fondo de la nave, datable a fines des siglo XV o principios del XVI. La puerta de acceso, de arco apuntado, formada, por arquivoltas muy finas, carente de tímpano y de toda decoración escultórica, se abre en el muro sur, casi a los pies.

De esta iglesia proceden dos conjuntos de pinturas murales, trasladados casí íntegramente al Museo de Navarra. Ambos estaban emplazados en la zona del ábside de la iglesia alta y fueron ejecutados en épocas distintas, superponiéndose el más moderno al más antiguo.

Este último, correspondiente al estilo franco-gótico, debió de ser realizado a mediados del siglo XIV por un artista, el primer Maestro de Gallipienzo, influenciado por Juan Oliver. Las pinturas están integradas por una serie de escenas de la Vida y Pasión de Cristo, divididas en tres registros. Algunas a causa de su mal estado, se dejaron in situ: concretamente la Santa Cena, Oración en el Huerto, Prendimiento y Resurrección. Estilísticamente la característica más acusada de estas pinturas es su expresividad, conseguida gracias a una exageración de rasgos que puede llegar a la deformación, aunque en casos aislados se alcanza cierta belleza formal; las composiciones son simples, con marcada tendencia a la simetría; las figuras macizas y de canon corto; el dibujo es vigoroso y el colorido hábilmente elegido para evitar la monotonía. La técnica empleada es el fresco.

El conjunto más moderno, que se superpuso al anterior, debió de ejecutarse a fines del XV, entre 1480 y 1500. Su autor, el llamado Segundo Maestro de Gallipienzo, aprovechó en gran parte la ordenación y la temática del pintor anterior, quizás por imposición de los comitentes, y así representó también a la Epifanía. Huída a Egipto, Flagelación, Calvario y Resurrección –Santas mujeres con pomos de perfume-. Desde el punto de vista estilístico se observa que se acentúan algunos de los rasgos vistos en las pinturas anteriores, tales como la expresividad y la despreocupación por la belleza formal; se introduce un acusado naturalismo; se tiende a simplificar al máximo las composiciones, se acorta el canón de las figuras y se intenta sugerir la tercera dimensión a través de los dibujos del pavimento, pero no se logra.

A mediados del siglo XVI estas pinturas fueron cubiertas por un retablo de tablas pintadas, con escenas de la Vida de Jesucristo, complementadas con algunas figuras de bulto, concretamente la del titular, el Salvador, la escena de la Epifanía y el Calvario. Su autor, anónimo, debió de ser un maestro local que se mantuvo casi totalmente al margen de influjos italianos. Su estilo se caracteriza por la utilización de composiciones muy simples, con pocos personajes y en actitudes sencillas: sus figuras son de canon más bien corto y trío cúbico, con rostros menudos de forma triangular, ojos pequeños, nariz recta, y manos de aspecto rudo. Al mismo maestro se le atribuyen los retablos de Uztarroz, Zabalza y de Mendinueta. El retablo de Gallipienzo se conserva actualmente, desarmado, en la iglesia de San Pedro.

La iglesia de San Pedro, parroquia desde 1640, parece que fue construida simultáneamente con la de San Salvador, conservándose de dicha época la portada, muy similar a la de ésta; pero fue casi totalmente reformada a fines del siglo XVIII.

Su pieza más valiosa es el retablo mayor contratado en 1629. Se ha conservado solo la escultura, obra de Juan de Berroeta, habiéndose perdido el armazón realizado por Juan de Huici. Consta de banco y tres calles. En cuanto a su iconografía, en el banco hay escenas de la Pasión de Cristo, y en las calles laterales temas referentes a San Pedro, todos ellos en relieve. En la calle central se encuentran las esculturas de bulto de San Pedro, titular del retablo, la Asunción y estatua del titular que son probablemente las únicas obras personales de Berroeta.

En la iglesia se conserva además una bella Virgen del Rosario, que debe atribuirse también a Berroeta y una hermosa Virgen en pie de estilo gótico perteneciente al siglo XIV. Cuenta con un órgano neoclásico. El caserío se agrupa de manera pintoresca en la ladera.

Datos  www.ayesa.org

Fotos:  Lic. Marisol Mateo