HORCAJUELO DE LA SIERRA, UNA OPCIÓN DE DESCANSO


A tan solo 85 kilómetros de Madrid por la carretera de Burgos, encontramos una oportunidad de pasar un fin de semana tranquilo. Tomando la salida 85 de la N-1, pasamos por el pueblo de Horcajo de la Sierra y nos encontramos un desvío a la izquierda que nos indica Horcajuelo de la Sierra, un pueblo asentado entre laderas de pronunciadas pendientes, abundantes cauces de agua y frondosos bosques en la "horca" que forman los arroyos de la Garita y Grande. Oculto en la sierra del Rincón, la más nororiental de la sierra norte de la Comunidad de Madrid, parece uno de los más bellos enclaves madrileños, tanto por su naturaleza y cultura, como por su excelente estado de conservación.

Entramos en el primer bar del pueblecito: "El Pajar". Su encargado nos cuenta que "por su atractivo e integración paisajística fue catalogado como núcleo de interés rural en el inventario Arquitectónico de la Comunidad de Madrid". Pero, como "tipical turist", seguimos el recorrido y un lugareño, que dice llamarse Nico, nos explica que antiguamente el pueblo se llamaba "El Horcajuelo", encuadrado en el cuarto rincón del Rincón del Señorío de Buitrago, junto a Pradena y Montejo, con una superficie de 24,4 kilómetros cuadrados y una altitud media de 19. Nico nos contó que debe su origen a una población estacional relacionada con el aprovechamiento de pastos que existió en el mismo lugar antes de la toma del reino de Toledo por Alfonso VI (1040-1109).

Andando por las calles del pueblo vemos que Horcajuelo de la Sierra es una de las mejores muestras de conjunto arquitectónico rural de toda la Comunidad de Madrid,  y sobre todo se notaba en el ambiente una sensibilidad especial por parte de sus habitantes por la conservación y restauración del legado de sus mayores. Podemos contemplar la iglesia de San Nicolás de Bari, muestra del gótico del siglo XV, la ermita de la Soledad, la fragua del pueblo incluida en la visita del Museo Etnológico en la cual muestran los elementos que componían una antigua casa rural y sus viviendas, rehabilitadas y perfectamente acondicionadas al más estilo rural y natural.

Ya cansados de tanta visita cultural, decidimos tomar un vinito en el "Bar Centro-Social" del pueblo, situado justo al lado del Ayuntamiento, pero en lugar del vino nos decidimos por un caldo, como reza el cartel "pruebe el caldo de la casa, imprescindible para el frío", acompañado de unas croquetas de la abuela deliciosas. Ya con el caldo caliente en el cuerpo echamos una mirada a los alrededores y nos encontramos con un montón de naturaleza a mi alrededor: robles, melojos, enebros, álamos, alisos, fresnos, cerezos, maillos, nogales, acebos, brezos y grandes pinares. Además entre tanta flora hay una gran cantidad de fauna: corzos, jabalíes, jinetas, gatos monteses, garduñas, águilas reales, buhos reales, cárabos, mochuelos...

Seguimos la carretera y llegamos a la casa de la cultura, típico bar de pueblo repleto de madera por doquier, con preciosos manteles de cuadros verdes y románticas velas, infinidad de objetos antiguos decoraban originalmente el local en cuestión, vamos el lugar perfecto para el vinito y para otras "delicatesen": lacón con queso, judiones de la Granja, callos con garbanzos, cocido, entrecot, chuletillas de lechazo, judías pintas... al final decidí por el pote. La sobremesa fue ideal. Los regentes de la Casa de la Cultura nos "liaron" y aparecieron Antonio y Ana, dueños de una preciosa casa rural en la que descansamos. Además ofrecen la posibilidad de realizar senderismo y rutas 4X4.