LAS HURDES Y SIERRAS DE FRANCIA Y BÉJAR 1


Hablar de la comarca extremeña de las Hurdes es como volver a revivir los años negros de aquella España necesitada de ayuda y escondida en su ignorancia. El ingenio critico de Don Miguel de Unamuno salió a relucir en cierta ocasión y comentó que "las Hurdes tienen de antaño el prestigio de una leyenda y cuantos a ellas van, dense o no clara cuenta de ello, es a corroborar y aún exagerar la tal leyenda o a rectificarla". Han pasado muchos años desde que el monarca Alfonso XIII recorriera estas tierras cacereñas y descubriera unas gentes olvidadas por la civilización, con el hambre y la miseria como seña de identidad. En aquella ocasión acompañó a su majestad el rey el doctor Gregorio Marañón que relató su amarga experiencia en una historia titulada "Viaje a las Hurdes". Luis Buñuel, 10 años más tarde de la visita real también retrató a los hurdanos en su película "Tierra sin pan". Han pasado pues más de 80 años desde que Alfonso XIII, 1922, diera a conocer que en España existía un lugar llamado las Hurdes y todavía hay gente que se deja llevar por aquella triste crónica, convertida en leyenda con el paso de los años y que hoy, evidentemente, no responde a la realidad.  Hace muchos años que desaparecieron los malos caminos de arena y barro que dieron paso a unos accesos propios de los tiempos que corren. Algunos de ellos, como el camino rural que une Riomalo de Arriba con la provincia de Salamanca y las carreteras de Las Mestas y Casares de las Hurdes han sido arregladas muy bien hace poco.

La presente ruta recorre una de las zonas naturales más tranquilas, apacibles y bellas del vértice formado por las provincias de Ávila, Salamanca y Cáceres, ausente de protección oficial, salvo la figura de Reserva Nacional de Caza de las Batuecas, que controla el pequeño valle formado entre las Hurdes y la sierra de Francia. El viaje se puede iniciar en tres importantes localidades: Béjar, Plasencia y Ciudad Rodrigo, todas ellas a menos de una hora de nuestro objetivo. Desde el punto de vista paisajístico, la opción más atractiva es la ciudad salamantina de Béjar, enclavada en la sierra de su mismo nombre, y rodeada de bellas localidades que pondrán el punto final a la ruta. El camino más corto para alcanzar la comarca extremeña es circular por la C-515 hasta Sequeros, pero ello supone dar de lado una serie de bellos rincones que por un poco más de kilómetros merecen la pena visitar. Por Béjar pasa la llamada Ruta de la Plata, esa vía que fue romana y comunicaba las ciudades de Mérida y Astorga. Ahora ese camino es la N-630 (Gijón-Sevilla) y es la carretera, rica en balnearios, que hay que tomar en sentido Plasencia para repasar el valle cacereño de Ambroz. El primer punto de reposo que aparece tras cruzar el puerto de Béjar es el de Montemayor, balneario que aprovecha las antiguas termas romanas y un nostálgico edificio a la "belle epoque", para curar problemas reumáticos y respiratorios, gracias al alto componente de ácido sulfúrico disuelto en las aguas. En Baños podrá comprar algún recuerdo hecho a base de mimbre, enea, cinta de castaño o traído de Taiwán, que también los hay y muchos repartidos a lo largo de la carretera. Los otros balnearios quedan muy lejos de la zona, el de Alange, cerca de Mérida y El Raposo, próximo a Zafra, pero forman parte también de la ruta extremeña de las aguas termales.

Muy cerca de Baños aparece a la izquierda la desviación al encantador pueblecito de Hervás, uno de los que mejor ha sabido conservar la herencia judía en España. Cuenta con una judería que no fue la más importante de la región, pero ahora es la más visitada por su estado de conservación, con casas de entramado de madera, piedra, adobe y tejas cubriendo las paredes externas para evitar la humedad. En Hervás conviene localizar el palacio de los Dávila y entrar en el museo allí instalado. Se trata de una exposición de esculturas de Pérez Comendador y pinturas de su mujer, Magdalena Leroux. Muy interesante. De nuevo en la N-630 lo siguiente en atraer la atención son los pueblos de Abadía y Granadilla, a la derecha de la carretera. El primero recibe el nombre del monasterio cisterciense del que sólo queda en pie la fachada; el segundo, es un pueblo semiabandonado a orillas del pantano de Gabriel y Galán, con un rico patrimonio artístico muy bien conservado. La pequeña villa, de origen árabe se encuentra amurallada por un castillo mandado levantar por el duque de Alba en el siglo XV. La necesidad del embalse obligó a sus gentes en 1965 a dejar sus recuerdos encerrados en este encantador lugar, uno de los puntos de parada obligada. Se accede por un mal camino de tierra que dista 8 kilómetros de Zarza de Granadilla. Después hay que bordear el lago artificial a través de la C-513, excelente pista, ancha y largas rectas, y carretera de La Pesga para admirar la grandeza del embalse y de los paisajes que bañan las aguas de los ríos Hurdano, que baja desde las Hurdes, Los Ángeles, Alagón y Malo. El trayecto hasta alcanzar el pueblo de La Pesga se hace un poco pesado y monótono debido a la abundancia de campos de olivos y a la difícil carretera. El camino finaliza a las puertas de las Hurdes, en los pueblos de Casar de Palomero, Caminomorisco y Pinofranqueado.

La comarca cacereña configura un paisaje lleno de contrastes, con espacios frondosos y ricos en vegetación y zonas ásperas y agrestes, bañadas por los ríos Ladrillar, Hurdano, Los Ángeles y Esparabán. En Casar de Palomero alguien nos ensañará el santuario de la Santa Cruz y citará ese pasaje histórico y sangriento que tuvo lugar en Semana Santa de 1488, entre las comunidades cristianas y judías. Pinofranqueado, un poco más abajo del cruce, Caminomorisco y Cambroncino son tres pueblos que han crecido al pie de la carretera de Coria a Sequeros y eso les ha dado mucha vida y algo de prosperidad, que siempre es importante. En este último se encuentra la iglesia de Santa Catalina, llamada popularmente de Las Lagrimas, uno de los pocos monumentos de la comarca, que fue visitada por Alfonso XIII en aquel memorable viaje. Cerca de Vegas de Coria, junto al puente que salva las aguas del Hurdano, hay que girar a la izquierda y remontar la corriente del río hasta su nacimiento. La amplia y buena carretera,  en las infraestructuras y vías de comunicación es donde más se nota la mano de la administración en su política de preocupación por la comarca, nos sitúa en 10 minutos en Nuñomoral, enclavado en un bello y fértil valle. Después aparecen desparramados a lo largo de la carretera el resto de los pueblos y alquerías hurdanos, como El Cerezal, Martilandrán, El Gasco, a todos ellos se accede por un ramal de camino que parte de Nuñomoral, y Casares de las Hurdes.

Los paisajes aparecen recortados por la mano del hombre que ha sabido ganarle terreno al monte a base de terrazas donde cosecha lo justo para mantener sus necesidades. Las Alquerías o aldeas, son 40 y pertenecen a 5 municipios ( Ladrillar, Casares, Nuñomoral, Caminomorisco y Pinofranqueado), parecen agarradas a la loma de los montes. Otra de las características de Las Hurdes son sus innumerables colmenas, viejas y nuevas, que salpican el entretenido camino hasta pasado Casares de las Hurdes y Robledo, la población más elevada de la comarca, justo desde el límite de ambas comunidades, Extremadura y Castilla y León, se ve lo mejor de lo mejor de esta tierra. Una vez alcanzada la cima, el viaje abandona la carretera principal, a ciudad Rodrigo, y continua a la derecha por un camino rural que repasa el sector norte de la comarca. La pista, completamente asfaltada, atraviesa un extenso bosque de pino y ofrece la posibilidad de ver uno de los paisajes más encantadores de la ruta Aunque parezca demasiado reducido el límite de velocidad, 20 kilómetros por hora, respételo al máximo. Las siguientes casas en aparecer en el camino son las de Riomalo de Arriba, final de la pista y uno de los núcleos más escondidos de las Hurdes. Luego van asomándose a la carretera los pueblos y alquerías que faltan, como Ladrillar, Cabezo y Las Mestas. Una observación, durante los meses de más lluvia son habituales los desprendimientos de las rocas pizarrosas de las paredes. Los responsables de vías públicas deberían señalizar estas incidencias mediante placas de peligro.

AUTOR: JAVIER LERALTA