RUTA DE LOS RÍOS LOBOS Y ABIÓN  2


De vuelta al camino hay que detenerse en Ucero, con castillo y todo, en Valdemaluque y más adelante en Burgo de Osma, ciudad episcopal como lo fueron Mérida, Astorga o Santiago de Compostela. Un día entero se necesita para visitar la villa: la mañana hay que dedicarla a saborear los tesoros de la catedral, una de las más grandes del país, y la tarde queda para repasar el resto de monumentos: la antigua universidad de Santa Catalina, el Hospital de San Agustín, las casas consistoriales, la calle Real, la plaza Mayor y para el final lo mejor, un paseo por el cauce del río Ucero. Del templo catedralicio se puede recomendar todo, que no es poco, pero si hay algo que destaca eso es la biblioteca y dentro de ella, el Apocalipsis del Beato de Liébana, maravilla de las maravillas en pintura de miniaturas muzárabes, muy próximas al románico. El claustro, la capilla de Juan de Villanueva, el museo, el retablo de Juan de Juni y el reloj, son algunas de las pistas de la catedral. ¡Ah! y si puede, suba a la torre de más de 70 metros, verá lo que es bueno.

Cerca de El Burgo de Osma quedan San Esteban de Gormaz, interesante por sus iglesias románicas, la más antigua es la de San Miguel, del siglo XI, Osma, la Uxama romana, y el castillo de Gormaz, una de las fortalezas árabes más grandes de Europa, con sus 446 metros de longitud y 89 de ancha. El recinto fue conquistado por las tropas cristianas de Alfonso VI que a su vez se lo cedieron a Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid. Tras dejar tierras de El Burgo el viaje continua carretera adelante hasta Calatañazor ( castillo del águila), a 27 kilómetros. De este mítico pueblo hay mucho que hablar y poco que ver por lo reducido de su casco urbano. Aún así, lo primero que hay que hacer es recorrer las cuatro calles que dan forma a la villa y observar la bella arquitectura que aún mantiene a pesar de  los tiempos que corren. Aquí vinieron Orson Welles, Gary Cooper e Ingrid Bergman a rodar sus Campanadas a medianoche y más tarde se acercó por el lugar David Lean para recrear la revolución bolchevique a través de su Doctor Zhivago. Si encuentra la iglesia de Santa María cerrada y tiene interés en visitarla, tendrá que esperar al señor alcalde a que vuelva del campo. Mientras puede ver la plaza Mayor, el rollo, lo poco que queda del castillo y el bello entorno que rodea el pueblo. Desde la atalaya donde estuvo asentada la fortaleza se divisa al fondo el impresionante sabinar de Calatañazor, zona que lucha por la declaración de parque natural y que más adelante visitaremos.

Al pie del montículo se cruzan dos carreteras, la de la derecha lleva a Muriel Viejo; la otra se acerca a un barrio del pueblo llamado Abioncillo y que merece la pena visitar. La diminuta aldea no tiene monumentos, ni riqueza arquitectónica sobresaliente, ni nada que atraiga al turismo tradicional, pero su visita es obligada para conocer las iniciativas puestas en marcha en 1983 por un grupo de profesores de EGB Y BUP que recuperaron y transformaron el pueblo en un centro de innovación pedagógica. Ahora en la aldea-escuela sólo se aprende una cosa: educación medioambiental, tan necesaria en estos tiempos que corren. Uno de los pedagogos pioneros de la aventura, Julián Sanz del Río, definió de esta manera la labor desarrollada: " Trabaja con el libro en una mano y con la azada en la otra". Así de claro y de practico. Hable con los miembros de la Cooperativa del Río, que así se llama el colectivo, pregunte en el bar por ellos, y se dará cuenta del importante papel que tiene esta iniciativa para los chavales. Las afueras de Abioncillo están regadas por las aguas del río Abión, pequeño caudal que brota cerca de Muriel de la Fuente, a unos 7 kilómetros por la carretera que dejamos a la salida de Calatañazor. Para llegar al nacimiento de este río, uno de los rincones más sorprendentes de la ruta, hay que cruzar el puente que salva sus aguas y girar a la derecha por un estrecho e irregular camino de tierra que finaliza junto a un refugio semiabandonado. Aquí hay que dejar el coche y seguir el resto del camino a pie hasta el manantial de la Fuentona, una joya que la naturaleza ha depositado en este paraje soriano.

El recorrido, de apenas 500 metros, resulta insuficiente para disfrutar de todos los encantos naturales que muestra el sendero: aguas cristalinas llenas de juncos, chopos, jilgueros, ranas, alguna que otra culebra y belleza, mucha belleza. Dicen los del lugar que hay que bañarse desnudo para cumplir con la tradición, ¡cuidado con la temperatura del agua!, y además resulta una eficaz terapia naturista. Las aguas subterráneas del Abión, emergen en este lugar, una especie de embudo de piedra o sima kárstica, también dicen que se desconoce su profundidad, aunque la transparencia de las aguas invitan a localizar el suelo de la laguna, rodeado de sabinas y silencio. Para muchos este es el lado oculto de la ruta del río Lobos y ojalá continúe así por muchos años, un poco al margen de los recorridos turísticos convencionales. La vuelta a casa hay que hacerla por la misma carretera hasta Muriel Viejo y luego regresar por la N-234 (Sagunto-Burgos) o por Talveila, Vadillo y Casarejos hasta San Leonardo de Yagüe. Si así lo hace podrá apreciar la hermosura del sabinar de la sierra de Cabrejas. Mucha curva y bastante tranquilidad para llegar al final de esta fantástica ruta por el río Lobos.

AUTOR: JAVIER LERALTA