RUTA DE LOS RÍOS LOBOS Y ABIÓN  1


La tradición cuenta por el lugar que un tal Vidas Pascual dejó que sus armas pelearan solas contra los moros, mientras él se dedicaba a oír misa. Esta leyenda aparece explicada en el sepulcro situado en la iglesia románica de Nuestra Señora del Rivero, en el pueblecito soriano de San Esteban de Gormaz, uno de los tres posibles puntos de inicio de la ruta del río Lobos. Otra puerta de acceso es Calatañazor, donde el refranero popular siempre ha querido situar la perdida del tambor del caudillo musulmán Almanzor. Poco antes de llegar a esta histórica villa, viniendo de Soria se pasa por el alto de Villaciervos ( 1200 m.) donde otra historia recuerda la ayuda que hace varios siglos prestaron las mujeres de esta localidad soriana a la reina doña Blanca, hermana de Juan II de Castilla, cuando el carro que la transportaba se quedó atrapado en el camino a causa del barro. En agradecimiento por el gesto vecinal, la reina donó al pueblo los montes que ahora se ven desde la N-122 (Zaragoza-Zamora-Portugal) y la cuesta se llama de la Reina en recuerdo de aquel incidente. Por cierto, dicen los más viejos de estas tierras que antaño se conocía a los forasteros que acudían al mercado de Soria por el forro del chaleco. Así, los de Villaciervos lo llevaban blanco; amarillo los de Las Fraguas, muy cerca del alto, y rojo los de Villabuena, a 15 kilómetros de la capital.

La tercera y última puerta de entrada al parque natural del río lobos es San Leonardo de Yagüe, en plena N-234 ( Sagunto-Burgos), opción que parece la mas valida para recorrer con cierto sentido todos los encantos de este excepcional paraje natural de Castilla y León. Lo primero que hay que hacer es asomarse al puerto de Mojón Pardo (1200 m.) ese que todos los inviernos hay que atravesar con cadenas, desde el que se divisa la sierra de Resomo, al norte y un poco más atrás, la de Urbión y las sierras de Cabrejas y Nafría al sur; antesala de lo que nos espera. A los pies de Mojón Pardo se encuentra Navaleno, rico en pinos y fiestas. Para la Asunción y San Roque, a mediados de agosto, es costumbre obsequiar a todo el que pasa por el lugar y quiere sumarse a la fiesta  con pan, vino y una abundante ración de caldereta, carne de toro condimentada. Los del pueblo cuentan que en los últimos años han llegado a servir una tonelada de carne, preparada en calderas para 60 kilos. En San Leonardo de Yagüe también ofrecen pan, novillo y vino en las fiestas de Santa María Magdalena y en las otras, en las mayores, para San Blas y Santa Águeda, a primeros de febrero, lo que hacen es colgar de las patas a los capones, los sujetan a un palo trasversal y los cortan el cuello a golpe de caballo y horquilla. Ya se sabe que este tipo de festejos son comunes en varios puntos de la vieja y nueva Castilla.

En San Leonardo hay que tomar la carretera a Ucero y El Burgo de Osma para seguir el camino. Se pasa por Casarejos, con interesantes danzas llamadas del Paloteo, que se bailan para San Ildefonso a ritmo de tambor y dulzaina, por el desvío a Herrera de Soria y por las curvas de la Cuesta de la Galiana, con espectaculares vistas. A la bajada aparece a la derecha la pista de tierra que se introduce en el principal objetivo de la ruta: la hoz y cañón del río Lobos. Lo mejor es dejar el coche junto a la carretera y recorrer el trayecto a pie. En 15 minutos se llega al paraíso, al profundo barranco de paredes calizas que algunos puntos alcanzan los 40 metros de altura que ha sido labrado por las aguas del río Lobos. El curso fluvial es tranquilo por esta zona y la vegetación que se observa es la típica de estos ecosistemas: chopos, álamos, sauces, olmos y plantas acuáticas. El río nace cerca del lugar, en Hontoria, a 9 kilómetros. Desde el punto de vista de una cámara fotográfica el emplazamiento más atractivo es el entorno de la ermita románica-templaría de San Juan de Otero, dedicada a San Bartolomé, con su cueva de boca negra que ocultó, eso dicen,  a todo un ejercito carlista acorralado por las tropas isabelinas, y los escarpes rocosos que la rodean; pero el cañón no es sólo ese lugar, aunque muchos se conformen con la visita "protocolaria" a San Bartolomé, lo realmente interesante que muy pocos hacen, está en adentrarse por las paredes y subir el cauce del río hasta donde el cuerpo y las piernas aguanten. Recuerde que el cañón tiene una longitud de 14 kilómetros. Además no se encontrará solo, con relativa facilidad se pueden observar las importantes familias de buitres leonados que anidan en este paraje, que no son las únicas por cierto, ya que también habitan ejemplares de alimoche, halcón peregrino, águilas reales y perdiceras y búho real. 

AUTOR: JAVIER LERALTA