CIUDADES DE MENORCA

MAHON

Varios historiógrafos atribuyen el nombre de Maó al general cartaginés Magón. Sesudos investigadores de lenguas semíticas se inclinan más bien hacia la etimología "Maguen", que significa escudo o protección, por la seguridad que el puerto de Maó -uno de los más seguros y bellos del Mediterráneo- daba a las naves de Cartago. Lo que si es cierto, es que es un lugar donde se puede pasar el tiempo contemplando su belleza e inmensidad y no darse cuenta.

Si llegáis a Menorca por mar en el crucero de noche, lo haréis por el puerto de Maó al amanecer. Al entrar en el puerto, apresuraos a subir a la cubierta del buque y abrid bien los ojos. Al principio la luz aún cenicienta del alba no os dejará sino entrever los contornos de la entrada, más bien angosta. Luego la luminosidad "in crescendo" os hará distinguir los severos muros del antiguo Lazareto -teatro en otros tiempos de tantas tragedias y hoy día riente lugar de vacaciones estivales para el personal facultativo del Seguro de Enfermedad-; el perfil de la fortaleza de Isabel II (La Mola) y enfrente el alegre pueblo pescador Es Castell, que tiene el privilegio de ser la población más oriental del territorio español.

El rosicler de la aurora, al reflejarse en el mar, da a la naturaleza una transfiguración de hermosura que os llenará de asombro. Notaréis que la tersa superfície del puerto se ensancha. En sus riberas se destacan blancos y graciosos "chalets". Pasaréis junto a la Isleta del Rey -porque aquí desembarcó Alfonso III de Aragón en 1287-, llamada también por los ingleses "The Bloody Island" ("La Isla Sangrienta"), porque en ella establecieron un hospital militar, que, aún después de devuelta Menorca a España, perduró como tal hasta hace pocos años. Y por último, a la izquierda, y hacia el fondo del puerto, divisaréis, hermosa bajo los rayos del sol mañanero, encastillada en un repecho rocoso, coronada de torres y cúpulas de sus templos, con las alturas de sus modernos edificios, la ciudad de Maó.

Poco antes de entrar hay que detenerse para poder contemplar el puerto y se recomienda estos tres lugares para verlo a la perfección: la plaza de la Miranda, o junto a la entrada de la iglesia de San Francisco, o en el mirador que se abre al fondo de una calleja, cerca del ayuntamiento, que conserva el nombre de evocación medieval, de "calle del puente del Castillo", pero para poder captar toda la belleza del puerto de Maó, hay un lugar más estratégico: desde el predio señorial de "San Antonio" que se levanta sobre una loma al otro lado del mismo puerto. Es un edificio de estilo neoclásico, que por su situación inmejorable denominaron los ingleses "La Quinta de Oro", "The Golden Farm", y también "The Nelson's house", porque aqui pasó unos días, a fines del siglo XVIII.

Maó se asienta sobre una altura rocosa; de aquí que sean características sus cuestas, algunas bien pendientes, como la de Deyá; otra, la más popular y concurrida, con el nombre de "Hannover", en homenaje a la dinastía alemana que ocupó el trono inglés cuando Menorca pertenecía a Gran Bretaña.

Inglaterra dejó en Maó un sello inconfundible, desde que el año 1722 el gobernador Sir Richard Kane trasladó a esta ciudad la capitalidad de la isla que desde la dominación árabe tenía Ciutadella. Los funcionarios británicos hicieron mucho para favorecer a Maó, y sus habitantes medraron rápidamente, por el comercio activo que ejercían amparados por los buques británicos, por el dinero que allí dejaban los marineros y los soldados de Su Majestad, incluso por el Corsario. Así comenzó una burguesía rica e influyente, liberal por el contrato de muchas gentes que, de paso en buques de todas banderas, o bien huyendo de la revolución francesa primero y de las guerras napoleónicas después, residieron en la capital menorquina. Más tarde decayó el carácter cospolita de la ciudad, y por sus calles en cuesta deambulaban funcionarios públicos y militares -siempre ha sido Maó eminentemente marcial-. Apenas tenía industria, mientras que hoy día su polígono industrial es el más completo y mejor dispuesto de la isla. El viejo Maó cuenta con monumentos notables. Hay vestigios medievales, como el "Portal de San Roque", una de las antiguas puertas de la murallas de la ciudad, defendida por un bastión almenado, o la vetutsa calleja que junto al palacio del Gobernador Militar desciende al puerto, en cuyos arcos unos autores ven vestigios árabes y otros opinan que son del siglo XIV. La casa Consistorial impresiona por su serenidad renacentista del siglo XVII. Un templo, de factura ojival, pero planta de cruz griega, y por desgracia muy mal restaurado, en su exterior, es la antigua iglesia ortodoxa dedicada a San Nicolás de Mira, a mediados del siglo XVIII, por la floreciente colonia griega de armadores y comerciantes que se ampararon en las libertades británicas para conseguir un lugar para su culto; actualmente es la Ayuda-Parroquia de la Concepción; su mérito histórico es haber sido un templo griego, único en España, por las circunstancias históricas de Menorca. Ya fuera de la población, la hermita de la Vírgen de Gracia, Patrona de Maó, presenta el contraste de su nave del siglo XV con unas deliciosas estatuillas de María y de Arcángel San Gabriel, y la capilla mayor y carmín, de un barroco opulento. Digno de especial mención es el órgano monumental de la iglesia parroquial de Santa María, construido en 1810 por el suizo Kyburz; es uno de los mejores de su época.

Las agencias turísticas no dejan nunca de proyectar, dentro del espeso programa de actos, una audición del famoso órgano; y es curioso notar que mientras los melómanos se deleitan con fugas de Bach, otros menos aficionados al divino arte aprovechan el ratito de descanso y el frescor del templo para descabezar un sueño. Maó, desde el siglo XVIII, siente mayores inquietudes intelectuales que la mayoría de los pueblos de Menorca. Durante la segunda dominación inglesa se estableció aquí una academia que cuidaba la gramática y literatura catalanas, en época en que la Cataluña peninsular la lengua vernácula estaba sumida en gran decadencia. Hombres de ciencia como el Dr. Mateo Orfila Rotger, famoso toxicólogo y padre de la medicina legal; pintores como Pascual Calbo Caldés, naturalistas como Francisco Cardona y Orfila; músicos como Jaime Alaquer y Benito Andreu, historiógrafos como D. Julian Ramis y Ramis y D. Francisco Hernández Sanz..., literatos, hombres de la milicia y del foro, han sido hijos de Maó y han honrado su patria. Actualmente dos entidades representan este movimiento intelectual: el Ateneo Científico, Literario y Artístico y la Casa de Cultura, donde existe el museo de Menorca, así como un buen archivo y biblioteca.

CIUTADELLA
A la histórica Ciutadella, antes más conocida como Ciudadela, puede llegarse por dos sitios: por la carretera general llegando por el Camino de Maó, y por el puerto. El puerto de Ciutadella es largo y estrecho, aunque la parte central fue ensanchada para poder amarrar barcos de pasajeros. En otros tiempos protegía su entrada una torre octógona de finales del siglo XVII, la cual ahora ha sido restaurada. A la entrada del puerto cerca de la torre existe un monumento al primer almirante estadounidense David Ferragut, hijo de un ciudadelano.

De día el muelle hace las funciones de muelle pesquero y deportivo, llenándose hasta los topes en los meses de verano por embarcaciones foráneas. De noche, en verano, se transforma y se convierte en uno de los lugares de más vida nocturna de la isla, con su bares de tapas, sus restaurantes de pescados y mariscos y yendo hacia el final nos encontramos con una zona de pubs con diferentes tipos de música y terrazas a la luz de la luna, y además para acabar la noche una discoteca con dos ambientes.

Si del muelle subimos a la ciudad, nos encontramos con la Plaza "des Born", de grandes dimensiones, limitada por nobles edificios, algunos con doradas arcadas neoclásicas y el moderno detalle de dos fuentes luminosas. En un extremo, asomándose el puerto, la Casa Consistorial, en el lugar que ocupaba el antiguo "Real Alcazar", residencia del rey conquistador de Menorca Alfonso III y más tarde palacio de los gobernadores, cuando Ciutadella era la capital de la isla hasta 1722 en que los ingleses trasladaron la capital a Maó. En esta plaza los antiguos caballeros se ejercitaban en los torneos y demás juegos ecuestres, de ahí el nombre de "Born" que significa palenque.

Ciutadella resistió en 1558 un asedio de nueve días por 15000 piratas turcos, que al asaltar finalmente la ciudad la destruyeron por completo y se llevaron cautivos a Constantinopla a casi todos los supervivientes. El obelisco que preside la Plaza des Born recuerda aquella gloriosa jornada y lleva cuatro inscripciones lapidarias en latín, obra del gran polígrafo ciudadelano José Mª Quadrado, que significan:"Aquí resistimos hasta la muerte, por la religión y la patria, el año 1558". Los bastiones de "Sa Font" y del Puerto y la muralla del Mar son actualmente los únicos vestigios de las murallas que tenían cinco puertas y defendían en tiempos pasados la Ciudadela de Menorca.

Por su pasado militar y heroico, la antigua capital menorquina contiene numerosos palacios señoriales que le dan un carácter definido. Hacia principios del siglo XVI pasaron a vivir en la ciudad los caballeros que el rey había favorecido con pequeños feudos o "Cavalleries", para que, con su torre mesnada y su caballo de guerra, estuvieran siempre dispuestos a defender la isla contra las frecuentes incursiones foráneas. Luego los caballeros, avecindados en Ciutadella, construyeron y ampliaron sus casonas solariegas hasta convertirlas en verdaderos palacios, algunos muy notables, como "Ca'n Saura", que lleva en su fachada la fecha 1697. Por fuera estas mansiones tienen estilos muy diversos. Dentro, en algunos es posible entrar pagando una módica entrada, os admirará contemplar verdaderos museos de muebles antiguos, de retratos familiares de los siglos XVII y XVIII, de antiguos vestidos, de grabados ingleses, de acuarelas del pintor liornés Giuseppe Chiesa. También los jardines señoriales son interesantísimos, con una melancolía que evoca retazos de vida que, en nuestra mentalidad moderna, ni podemos sospechar.

Ciutadella es la sede episcopal de Menorca, desde que en 1795 se restableció el antiguo obispado, ya existente en el siglo V. La Catedral es un buen edificio gótico, empezado a finales del siglo XIII y terminado hacia 1362. Tiene una sola nave, muy amplia, seis capillas por banda y ábside pentagonal. La fachada principal, neoclásica de 1813, contrasta con el estilo de la iglesia y le da un carácter único. Restaurada y reformada después de la guerra civil, fue honrada con el título de Basílica en 1953. Ahora ha vuelto a ser restaurada a conciencia, incorporándole un magnífico órgano de viento. Otros edificios religiosos son: el antiguo convento agustino del "Socors", más tarde seminario de Menorca, cuyo claustro de robustas pilastras en torno a un jardín con su cisterna de brocal monolítico es uno de los lugares más bellos y apacibles de Ciutadella; la iglesia de San Francisco, que mezcla lo gótico decadente de su nave con el neoclásico de su crucero y cúpula; la fachada de la antigua iglesia del "Roser" y la pequeña iglesia renacentista del "Sant Crist".

Las antiguas calles de Ciutadella, de casas con pequeñas ventanas asimétricas, paredes gruesas de cal y canto, bóvedas de arista bajas y pesadas, presentan, con su trazo tortuoso y la blancor de su cal, un aspecto arabesco. Son famosas las arcadas ("Ses Voltes") de la céntrica calle José Mª Quadrado y de la Plaza Nova. Ciutadella, con tan hondas raíces en la tradición, vive mirando al futuro. Desde que D. Jerónimo Cabrisas Caymaris estableció aquí, por los años de 1853, la artesanía del calzado de lujo, el nivel económico de la ciudad ha subido mucho. Hombres y mujeres trabajaban en este oficio, pero hace unos años se cerraron muchas fábricas por la crisis. Ahora quedan unas cuantas que se han hecho fuertes. También tiene tradición en la bisutería además de otras industrias. Pero lo que ha beneficiado, sin duda, a Ciutadella, ha sido el turismo en la temporada de verano.

Este contraste o simbiosis armónica entre el pasado señorial y heroico y las modernas ansias de gozar se encarnan cada año en las fiestas populares de San Juan, con su cabalgata de bien adornados caballos, que guía la bandera de la Orden de Malta y presiden, con frac y bicornio, un sacerdote ("Sa Capellana") y un miembro de la antigua aristocracia (propietario de algún palacio en la ciudad e identificado durante las fiestas como el "Caixer Senyor"). Esta es una fiesta con un programa intangible, todo él basado en la tradición. Jolgorio de la gente joven local y foránea que gritan, saltan y hacen saltar a los caballos con sus respectivos caballeros. Todo esto animado con la bebida típica de la isla, Ginebra con limonada ("Gin amb llimonada").

Fotos: www.menorca.net