LA RUTA DEL CARES  2

Salvando las grandes bajadas del camino llegamos a Cordiñanes, en la embocadura del Valle del Cares, al pie mismo del macizo central. A la salida dejamos un momento la carretera y justo antes del puente nuevo nos desviamos a la derecha y cruzamos el río por el puente viejo para salir al Mirador del Tombo. El mirador queda situado a 830 metros de altitud. La caliza carbonífera se extiende prácticamente desnuda desde 600 ó 700 metros hasta las cumbres, formando paredes totalmente verticales en las que solo es capaz de desarrollarse una escasa vegetación rupícola, con plantas especialmente adaptadas a las duras condiciones reinantes en este tipo de hábitat. La fauna característica de este medio está representada por el rebeco, mamífero perfectamente adaptado a estas cumbres. La chova, el acentor alpino o el colirrojo tizón habitaran la pared y el treparriscos variara su hábitat en verano y en invierno, mostrando en cualquier caso su inconfundible plumaje rojizo. No será difícil observar algún buitre leonado o algún cernícalo que anide en pequeñas oquedades de la peña. Bajo este imponente farallón del macizo central se extienden casi hasta el río algunas praderias que la gente del lugar conoce como <<adras>>. Son los invernales de Fresnado. En ellas, fresnos y tilos aparecen siempre asociados a unas construcciones de piedra, los invernales, empleados para proteger al ganado durante el invierno. El mirador fue inaugurado en 1964 y se coloco en él, además de una placa dedicada a J.R. Lueje, gran conocedor de los Picos de Europa, un monumento al rebeco, que como ya vimos es la especie representativa de estas montañas. Vemos desde  el mirador, el antiguo camino de Santiján que corría paralelo al río y que salvaba un fuerte desnivel en su ultimo tramo, antes de llegar a Cardiñanes, aliviado por su trazado zigzagueante. Podemos también distinguir sin problemas la Canal de Asotín, que da acceso, aunque dificultoso, al macizo central y por el que discurre la riega de Asotín, que vierte en el Cares. 

Según vamos avanzando, el bosque se va haciendo paulatinamente más espeso y la vegetación más abundante, sobre todo el estrato arbóreo, hasta formar un bosque mixto en el aparecen hayas, nogales, robles, fresnos, avellanos, arces, endrinos, algún abedul en las zonas más altas. Corona juega un papel predominante en la vida del Valle. En esta zona se ubican numerosos invernales. El trasiego de hombres y ganados, así como las labores agrícolas están directamente determinados por el ciclo de las estaciones. Hasta hace unos años, los pastores acompañaban a sus rebaños a los puertos, donde se instalaban en chozas. Allí se ocupaban de otra de las actividades tradicionales: la fabricación de queso, que se prepara con mezcla de leche de cabra, vaca y oveja. Una vez cuajada, se pone en moldes y se sala para luego dejarse secar. Al cabo de unos días se lleva a las cuevas, donde permanecerán por tres o cuatro meses.

En Corona se edifico una pequeña ermita, Nuestra Señora de Corona, cuya festividad se celebra el 8 de septiembre. Los viejos recuerdan que la fiesta se celebra desde siempre. En el camino de Corona encontramos una construcción que de seguro nos llamará la atención. Se trata del <<Chorco de los Lobos>>, estructura de piedra con planta circular que se prolonga en una empalizada de madera. El Chorco se empleaba antiguamente para la captura del lobo, especie relativamente abundante hasta hace algunos años y que hoy sólo está en el Valle de forma esporádica. Continuamos nuestro recorrido, siempre descendiendo en paralelo al río, para llegar a La Peguera, donde el arroyo del mismo nombre vierte en el Cares. En la Peguera se ven todavía los efectos de la última riada, ocurrida en diciembre del año 80 y que costo la vida a algunas personas. La acción erosiva de estas aguas de arroyada es intensa, dada su velocidad y los materiales que arrastran, produciendo así un notable desgaste en orillas y fondo del lecho. A partir de este punto, el Valle se cierra y el río discurre encajonado en un pequeño desfiladero conocido por la Hoz de Caín. Junto al  camino, en una cueva tapizada de musgo situada frente al sedo de las  Ventosas, nace Fuenteprieta. Un poco más allá, en el lugar conocido como Llambrialmojao, se encuentra un panal natural, en una oquedad de la roca, donde aun pueden verse unas rusticas escaleras de madera que en otro tiempo se utilizaban para llegar hasta la miel. El siguiente puente que cruza el Cares es el Puente Cancelis y un trecho más allá el puente de la Piedra atraviesa la riega Boluga que baja también muy encajada hasta el río siguiendo la Canal de Mueño, nombre que evoca a los mueños o mueyos, cabra montés que pobló los Picos desde el Magdaleniense hasta finales del siglo pasado. El desfiladero se ensancha en el Hoyo, limitado a la izquierda por una enorme pared, Recollugo.

Caín esta totalmente rodeado de altísimas cumbres. El aislamiento al que ha estado sometido ha conferido a la aldea unas características muy particulares. El pueblo en sí es un conjunto de casas que se agrupan en torno a la afluencia del río Cares y el río Bolugar. Entre ellas, las callejas de arena y piedra remontan las cuestas hasta las zonas más altas. El único hórreo de Caín se sustenta sobre pegollos de madera. Poco se sabe del origen del pueblo de Caín. El poblado actual no es sino el antiguo barrio de abajo de lo que en su día llegó a ser esta localidad. -algunos datos antiguos apuntan ya al enclave de Caín. La leyenda cuenta, por ejemplo, que don Pelayo mandó precipitar desde lo alto del despeñadero de Caín al obispo de Sevilla, el traidor don Opas, con una mitra de fuego en la cabeza, y que a partir de entonces ese lugar se llamaría Caín en recuerdo de su maldad.

Desde Caín podemos ascender al macizo occidental por la canal de Mesones que nos pone en la base del macizo de Peña Santa o por la Jerrera u Oliseda. Saliendo del pueblo atravesamos la zona de acampada y llegamos al puente de los Pinteros. Allí se puede decir que comienza la garganta del Cares propiamente dicha. En la margen derecha esta el antiguo molino y una zona de grandes pedreros donde vemos claramente el efecto conocido como gelifracción. La parte baja esta colonizada por helecho común, mientras que la roca viva es solo ocupada por líquenes en las primeras etapas de la sucesión xeral. Un poco más abajo cruzamos de nuevo el puente de la Presa, donde el río se encajona en un estrecho desfiladero por el que continuara durante casi 10 kilómetros hasta Puente Poncebos. Es ésta una zona ideal para observar a las truchas. La senda que recorre la garganta está excavada artificialmente en la roca. Se van sucediendo en ella distintos túneles. El canal fue construido entre 1916 y 1921 por la Compañía Eléctrica del Viesgo. La senda fue abierta algunos años después, siendo acondicionada como hoy la conocemos en el año 1946. Su trazado facilita en gran modo la comunicación de Caín y del resto del Valle, pues la senda antigua era bastante dificultosa y poco continua.

Superados los primeros túneles, vemos enseguida la casa de la Electra y al otro lado del río la canal de Dobresengos. Continua avanzando la senda siempre entre enormes paredes verticales. En el fondo corre el río que fue excavando su curso sobre un antiguo glaciar. Siempre por la senda vamos avanzando a medida que la garganta se suaviza. Tras subir hasta los Collados, dejando al otro lado del río el imponente murallón de Amuesa, descendemos de nuevo salvando una pendiente bastante fuerte. Llegamos así a Puente Poncebos, a 200 metros sobre el nivel del mar. Puente Poncebos es un punto clave para el acceso a distintos puntos del macizo. Es la encrucijada de los caminos que suben desde Arenas de Cabrales. Parte de allí la senda que asciende hasta el pueblo del Bulnes, cruzando el puente de la Jaya y corre siguiendo el curso de la riega del Tejo o arroyo de Bulnes a través de una estrecha canal. En Poncebos recibe el Cares las aguas del río Duje, que viene de las tierras más orientales de Asturias, de Tielve y Sotres, a los que llegamos por la carretera de trazado paralelo al río.

Suben varias sendas hasta Camarmeña, pequeña aldea suspendida de la montaña y donde se estableció un mirador desde el que, en días claros, se obtiene una impresionante vista de la canal del Tejo y del Picu Urriellu, popularmente conocido por Naranjo de Bulnes. La ruta del Cares termina en Poncebos donde represa el agua del canal para la producción de electricidad. Desde allí, por la carretera, podemos llegar a Arenas de Cabrales siguiendo todavía el curso del río, que vuelve a encañonarse en la garganta de la canal Negra.

Aunque el itinerario es largo, su interés es indiscutible; a su termino tendremos la satisfacción de conocer un paraje de elevado valor ecológico y de una incalculable belleza.